VERBALINA Escuela para Escritores

Escuela para Escritores

Sé que eres consciente de la importancia del diálogo dentro de tu novela, cuento o relato, y también sé que quieres aprender a mejorarlos. Prueba de ello es que en las últimas sesiones donde he atendido a vuestras preguntas, varias de las consultas han versado sobre la escritura del diálogo (tanto es así que me he lanzado a hacer una serie de artículos en este blog).

El diálogo te permite “mostrar” mejor cómo son los personajes, las relaciones que tienen entre ellos y cómo se transforman y evolucionan. Además, pueden proporcionar dinamismo a la narración y ayudarte a que el lector imagine y “viva” las peripecias de los personajes.

Sin embargo, qué difícil es construir un buen diálogo, ¿verdad? No sé si te ha ocurrido, pero tengo que confesarte que en mis primeros textos, aunque me esforzaba por escribir los diálogos con naturalidad, tras mi jornada de escritura me sentía frustrada al releerlos: sonaban artificiales y no conseguía los objetivos que me había propuesto transmitir a través de ellos.

Como a escribir se aprende escribiendo, equivocándose y corrigiendo fallos, hoy quiero compartir contigo estos 7 errores que cometemos con frecuencia en nuestros primeros textos.

1. Reproducir la realidad "de manera fiel"

El primer reto al que me enfrento cuando escribo un diálogo es hacerlo de la manera más natural posible. Pensé que para conseguir esto podía serme útil observar cómo nos expresamos en el mundo real e intentar reproducir las conversaciones que mantenemos en nuestra vida cotidiana. Y también pensaba que cuanto más fielmente lo reprodujera (casi como si hiciera una copia de la realidad), mejor que mejor.

¿Se te ha pasado esta misma idea por la cabeza? Si es así, quizás hayas llegado a la misma conclusión que yo: esa copia fiel de la realidad no (siempre) funciona. Nuestro día a día está lleno de diálogos vacíos que, aunque son necesarios para nuestras relaciones cotidianas, no aportan información significativa al lector. Me refiero a diálogos de este tipo:

—Buenos días, María.

—Buenos días, ¿qué tal?

—Bien… parece que hoy ha refrescado, ¿verdad?

—Sí, eso parece. Veremos a ver mañana…

Este diálogo aporta poca información al lector sobre nuestros personajes o nuestra historia (a no ser, por supuesto, que quieras mostrar que llevan una vida rutinaria y vacía). Es posible que, en aras de la naturalidad, hayas escrito un diálogo en el que, tras las fórmulas de cortesía, etc. se hable de lo que realmente interesa. En ese caso, ¿por qué no ir directamente al grano? Recuerda que estás haciendo literatura, no copiando la realidad. El lector puede suponer ese tipo de diálogos vacíos porque él, en su día a día, los realiza.

Por otro lado, este tipo de diálogos ralentizan la acción y pueden aburrir al lector. Y no queremos eso. Nuestro objetivo tiene que ser ofrecer un mayor dinamismo y hacer que la acción sea más vívida a través de ellos.

2. Diálogo literario y poco natural

Este sería un error completamente opuesto al primero. Un diálogo excesivamente literario, con un lenguaje muy cuidado, un discurso muy bien estructurado, sin ningún tipo de interrupciones por parte de otro personaje, etc. puede hacer que el texto pierda frescura y la espontaneidad que sobreentendemos que debe tener un diálogo.

Por lo general, este tipo de diálogos resultan artificiales. Sin embargo, quizás tu obra sí requiera de ellos si, por ejemplo, estás empleando un estilo muy poético. Si tienes la tentación de escribir diálogos muy literarios, valora si se ajusta a las necesidades de tu obra.

En ese caso, te sugiero que hagas una pequeña prueba, escribiendo dos diálogos distintos (uno natural y otro literario) donde ofrezcas la misma información al lector. Observa cuál es el que mejor encaja en tu novela o relato antes de decidirte por uno de estos estilos.

3. No diferenciar las voces de los personajes

¿No te ha ocurrido que tras escribir un relato, cuento o novela te das cuenta de que el narrador y los personajes hablan con el mismo tono, cadencia y ritmo? Todos tenemos una manera particular de expresarnos al coger la pluma y, a veces, sin darnos cuenta, lo hacemos con el mismo tono para personajes y narrador. Esto es así porque en el fondo somos “nosotras/os” los que nos estamos expresando, no nuestros personajes.

Sé que es difícil, pero cuando escribimos diálogos tenemos que desligarnos de nuestro “yo autor/a” y ponernos los zapatos y la piel de nuestros personajes. Cada personaje tiene unas características distintas, ¿verdad? En ese caso, no deberían hablar todos igual. En tu imaginación, pon a tus personajes al límite, enfádalos, hazles reir, échalos a llorar… y observa cómo se comportan y hablan. Después, intenta trasladar esas palabras a tus diálogos.

4. Equivocar el parlamento del personaje dentro del diálogo con un monólogo

Estoy casi segura de que has leído algún diálogo en que uno de los personajes “coge el micro” y no lo suelta ni aunque le escalden con agua hirviendo. A pesar de ser un diálogo, parece que un personaje es el dueño y señor de la comunicación, pronuncia interminables parrafadas y el resto de personajes con quien supuestamente está dialogando sólo apostillan de vez en cuando sus palabras o bien le preguntan algo de forma escueta para que siga explayándose bien a gusto. Esto te suena, ¿verdad?

Una de las razones que nos pueden llevar a construir este tipo de diálogos es que tenemos la necesidad de “explicar algo” al lector. Esa explicación puede ser muy variada: desde exponer detalles del contexto histórico de la obra (imagina que se habla de la Edad Media y un personaje te suelta una parrafada sobre cómo se vivía entonces) hasta informar de por qué un personaje ha obrado de determinada manera o de cuál ha sido su pasado.

En estos casos, el diálogo puede hacerse pesado por estas razones (entre otras):

a) El personaje puede resultar pedante o adoctrinador. Si esto es así porque es el carácter de nuestro personaje, entonces el diálogo estaría bien logrado. Pero si nuestro personaje no tiene ese carácter y obtenemos ese resultado, tendríamos que volver a ponernos en la piel del personaje (como te comentaba en el punto 3) y buscar la manera más adecuada de ofrecer esa información en su voz. Si tras hacer ese ejercicio comprobamos que sigue resultando un parlamento pesado, quizás estemos en el caso b.

b) Estamos ofreciendo al lector una información que podemos expresar mejor mediante otro recurso. Voy a explicarte este punto mediante el siguiente ejemplo. Imagina que en un momento de tu obra un personaje tiene que informar a otro de algo que ocurrió en el pasado. Si ese relato es extenso y significativo para la obra, es probable que haya otras opciones para hacerlo como, por ejemplo, realizar un flash-back en lugar de expresarlo en el diálogo.

5. Abusar de los verbos declarativos o "verbus dicendi" en las acotaciones del narrador

Uno de los elementos que muestran con más claridad que estamos ante un texto amateur es el ingenio que muestra el autor para encontrar sinónimos a la palabra “dijo”. Creo que todos hemos leído diálogos de este tipo (retomo el ejemplo anterior):

—Buenos dias, María —dijo Juan.

—Buenos días, ¿qué tal? —respondió María.

—Bien… parece que hoy ha refrescado, ¿verdad? —preguntó Juan.

—Sí, eso parece. Veremos a ver mañana… —manifestó María.

¿Realmente son necesarias esas acotaciones del narrador? Creo que coincidirás conmigo en que no. Si antes de iniciar el diálogo el narrador expresa: “Juan y María se encontraron en el ascensor”, ya sabemos quiénes son los personajes que participan en él. Por otro lado, en la primera intervención del personaje se nombra a su interlocutora (“Buenos días, María”), por lo que el lector ya supone que la conversación la inicia Juan y, por tanto, el orden lógico de las intervenciones de los personajes.

Aunque no conviene abusar de este tipo de acotaciones, es cierto que a veces son necesarias. En ese caso las utilizaremos con mesura y las sustituiremos por acotaciones con información significativa para el lector (como veremos en el punto siguiente).

6. No incluir acotaciones del narrador significativas

Antes de iniciar la explicación me gustaría que compararas el diálogo del ejemplo anterior con este otro:

—Buenos días, María.

—Buenos días, ¿qué tal?

María miró a Juan sorprendida al ver que había podido colarse en el ascensor antes de que la puerta se cerrara, a pesar de que ella había pulsado repetidamente el botón para iniciar la marcha.

—Bien… parece que hoy ha refrescado, ¿verdad? —Tras un momento de silencio, Juan la sonrió casi sin atreverse a mirarla.

—Sí, eso parece. Veremos a ver mañana…

Como ves, estas intervenciones del narrador son muy diferentes a las que te exponía en el punto anterior. No es necesario recurrir a los verbos “dijo, preguntó, respondió”, etc. para indicar quién está hablando, sino que el lector lo deduce porque ponemos a los personajes a “hacer algo” mientras están conversando.

Este tipo de acotaciones son necesarias en el diálogo principalmente por dos razones:

  1. Nos ayudan a situar a los personajes en un escenario y ello contribuye a que el lector pueda imaginárselos.
  2. Ofrecen información a través del lenguaje no verbal de los personajes (sus gestos, actitudes…) que complementan sus palabras.

7. Abuso del lenguaje vulgar, vocablos profesionales o argot

Por último me gustaría comentar contigo otro error que solemos cometer también en aras de la naturalidad: el abuso del lenguaje grosero, del argot o de los vocablos profesionales.

Es cierto que este tipo de vocablos son de utilidad al caracterizar a los personajes a través de sus palabras. Pero recuerda que, como decía en el primer punto, estás haciendo literatura, no una copia de la realidad. En este caso la mesura es una virtud. Emplear estos vocablos en su contexto y volumen justo sí nos ayuda a caracterizar al personaje, pero si nos excedemos crear la impresión de que estamos haciendo una parodia o una caricatura.

En este vídeo te lo explico todo con más detalle. Explícame en los comentarios si añadirías algún otro error frecuento y si has notado éstos en tus primeros textos. Y, como siempre, espero haberte sido útil.

Menciones y recursos

Serie de artículos sobre cómo escribir diálogos

Apúntate aquí a mi Programa de Narrativa
Espero haberte ayudado a mejorar la calidad de tus textos literarios.

¡Nos vemos entre lineas!
Ruth

Aún no hay comentarios on Errores frecuentes al escribir dialogos

Deja un comentario